UN CAFÉ EN EL QUINDÍO
La escena no podía ser más evocadora. En una casa de
bahareque, cuyo local era una vieja tienda de pueblo, nos sirven un café recién
molido en pocillos de esmalte. Allí, en medio de entrepaños de madera, objetos
antiguos, taburetes y mesas rústicas, degustamos el mejor sabor de la región:
un café quindiano.
Los breves goces. Las pequeñas alegrías. La felicidad del
instante en una taza. Así podríamos describir la sensación de visitar los
pequeños locales, donde se ofrece esta bebida en nuestra comarca. Los suelos de
origen volcánico, el clima y un proceso cuidadoso, hablan de las bondades
particulares de uno de los cafés más suaves del mundo.
Viajar por las carreteras del Quindío, conocer los pueblos
cafeteros y degustar un tinto, es una experiencia primigenia. Entre pintorescos
locales nos acercamos a las raíces campesinas. Tras ese sabor de la tierra, se
tiene la oportunidad de habitar paisajes, arquitecturas tradicionales y gentes cordiales.
Café Aborigen y la Casa del café en Quimbaya, Café
éxtasis y San Alberto en
Buenavista, Café del guadual en
Circasia, Bar social de Pijao, Jhan café de Filandia, las Boinas Rojas en Calarcá, café El troncal de Montenegro, café Jesús Martín en Salento, Molinari Café y guadua en Córdoba, entre
muchos otros, identifican el placer de disfrutar de una bebida que, en esta tierra,
tiene un gusto único. Tras esa esencia regional existe una tradición, una
cultura, una identidad que comparten pueblos y veredas del Paisaje cultural
cafetero de Colombia.
En la última década se ha creado una cultura de recetas y
variedades en la preparación de esta bebida. Era paradójico saber que, hasta años
atrás, no consumíamos, ni procesábamos lo producido. Los mejores granos, salían
de nuestra zona y solo nos quedaban las pasillas y granos ordinarios. Hoy se ha
dado un floreciente mercado y una proyección de los cafés de origen, con gran
variedad de sabores, texturas y recetas. Más de ochenta marcas de este
producto, entre tecnificados y artesanales, tenemos a disposición en todo el departamento.
Ubicarse en la plaza central de Filandia y degustar un café
campesino, rodeados de la inmensidad de la cordillera de Los Andes, es una
sensación única. Beber una taza en medio de fachadas de bahareque, en el
municipio de Génova, es palpar las herencias culturales de aquellos colonos
antioqueños y tolimenses que fundaron pueblos en medio de selvas y
adversidades. Compartir con amigos, en las modernas terrazas de Armenia, es un
gusto sofisticado donde se combina lo moderno y lo tradicional. El ritual de
esta bebida permite una comunicación con las raíces aldeanas y un sentido cosmopolita
del mundo.
Venir al Quindío y descubrir estos pequeños locales, donde el
café es el centro del sabor, es una experiencia nostálgica. Un recorrido por
estos paisajes cafeteros y contemplar a los recolectores entre surcos y
montañas, con sus implementos tradicionales, nos conmueve. Detrás de esa taza
se haya la esencia de una región que guarda secretos campesinos para espíritus
asombrados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario