DESDE EL CAMINO
No puedes recorrer el camino
antes de que tú mismo
te hayas convertido en el camino. Buda Gautama.
Desde el principio de todos los tiempos, el hombre se ha construido en los caminos. Caminos para descubrir y descubrirse. Viajar, además de ser una forma de ocio contemporáneo, nos permite crecer interiormente y ampliar nuestros horizontes académicos, personales intelectuales y espirituales. Algún viajero oriental decía que no existe felicidad para el hombre que no viaja. Para los sufis el caminar es una técnica para disolver las ataduras del mundo. Para los pueblos del desierto del Sahara ser nómada es estar más cerca de ser bueno, porque toda la infelicidad del hombre nace cuando se vuelve sedentario. Para ellos, el ser humano decae física y moralmente cuando se congrega en ciudades.
¿Qué nos impulsa a lanzarnos por senderos y caminos?. ¿De dónde nacen esas ansias de salirnos de los caminos triviales o normales y nos atrevamos a lanzarnos por itinerarios no establecidos o inesperados?. ¿En qué lugar se haya ese deseo de evadir lo previsible y aventurarnos por lugares desconocidos?. El espíritu del Homo Viator, o del viajero ansioso nos habita desde siempre.
Un principio de libertad es la norma para quien viaja. Ese recorrido se realiza por la línea del tiempo; ésta puede ser terrenal o espiritual. Como viajeros, tenemos varias posibilidades para desplazarnos: Hay a quienes los mueve el espíritu del aventurero puro, es decir, aquellos que se salen de los planes establecidos y escogen los itinerarios anormales. Seres humanos que, aunque recorran por senderos comunes, no buscan en ellos cierta seguridad; sino que tratan de hallar lo inusual, lo singular o diferente. El viajero aventurero no está sujeto a los cánones de los pre-destinos turísticos. Su voluntad no está escoltada y premeditada por una agencia o un guía de viajes.
Otra forma de vivir como viajero, en las sociedades contemporáneas, son los espacios urbanos. En medio de ciudades laberínticas, resulta particularmente interesante extraviarnos por calles, parques, bares, centros comerciales, centros de recreación y cultura y descubrir las expresiones humanas de manera directa. Un recorrido por los barrios bajos o por sectores marginales, nos dará la posibilidad de descubrir los rostros del dolor y la esperanza que se construyen con el pulso de los días. Deambular por los sectores de la bohemia cultural o artística, nos dará la posibilidad de encuentros y amigos inusuales. Estos itinerarios sociales nos darán la posibilidad de lo imprevisto y sorpresivo, si los re-visitamos con otras miradas.
Hay otro tipo de viajero: El espiritual. Éste no sigue caminos naturales, ni humanos. Sus espacios son más simbólicos e imaginarios. Aquí encontramos al hombre contemplativo, en el cual media la religiosidad, las bebidas, las drogas alucinantes, las meditaciones trascendentales o la más selecta literatura de viajes y ciencia ficción. Esta forma de viajar desborda los límites de lo pragmático y aventura la imaginación o el pensamiento a mundos posibles, donde sólo cabe el afán de trascendencia y eternidad. Hawking, Einstein, Asimov, Verne y Carlos Castaneda nos han invitado a ser este tipo de viajeros.
Finalmente deseo hablar de un tipo de caminante para quien el goce del camino está consigo mismo. Este viajero no tiene predisposiciones, ni prevaloraciones para enfrentar las rutas acordadas. Su ruta no necesita ser extraordinaria, ni sorprendente para vivir y sentir los más inesperados sucesos. La diferencia está en su mirada; en la manera distinta de vivir el bosque, la montaña, la niebla que baja del páramo. En un mundo que nos enseña a ser insatisfechos permanentes; donde los valores del mercado y la compra nos impulsan a ser unos frenéticos consumidores de objetos y servicios, nos hace bien fundar la filosofía de lo simple, del goce y el disfrute de lo cotidiano y lo natural. Este viajero de hoy debe ser sensible y versátil. Se sabe nutrir de lo sublime y lo humano. Deben ser espiritual, pero no le debe importar dogmas, ideologías y morales excluyentes; debe ser místico, pero abierto y plural; deben ser apasionado, pero sin ser eglólatra. El tao nos enseña que el buen caminante no deja huellas. Este viajero vive los caminos con la emoción de la primera vez. Su asombro lo lleva a disfrutar un paseo de montaña con el goce de viento que llega de los páramos; se emociona al pisar los más cálidos desiertos; celebra la explosión de flores amarillas en los guayacanes; canta la llegada de la tarde en medio de bandadas de pájaros; agita las aguas de un río tropical; Cuenta los infinitos verdes de las montañas; atrapa momentos en su cámara fotográfica; escribe versos de amor mirando la vía láctea; Acaricia a su amada junto a una hoguera.
En fin las posibilidades para los viajeros contemporáneos son muchas, quizás todos debemos descubrir nuestro propio estilo de vivir los caminos. El hombre de hoy es más itinerante. Las tecnologías y comodidades nos exigen ser más dinámicos y cambiantes. Bien lo dice el filósofo colombiano Fernando González “El gran efecto del camino es formar caracteres atrevidos”. También Kierkegaard nos dice: “Sobre todo, no pierdas tu deseo de caminar: Todos los días camino hasta encontrarme en un estado de bienestar y para evitar cualquier enfermedad; caminando he logrado mis mejores ideas, y no conozco pensamiento alguno, por gravoso que sea, del cual uno no pueda librarse caminando... si uno se sienta y se queda inmóvil, más posibilidades habrá de que se sienta enfermo..De manera que si uno sigue caminando, todo estará bien.” CARLOS FERNANDO GUTIERREZ TRUJILLO